Abstract
Sin memoria no hay resistencia. Cocina e identidad son los temas que
atraviesan
Fogón de negros, e irradian relaciones múltiples entre la literatura y la
cultura alimentaria en el Valle del Cauca, como espejo de estas úlimas en el territorio
colombiano.
Al hablar de cocina, hablamos de todo y de todos, suerte de
metonimia o sinécdoque. Germán Patiño caracteriza a los personajes de María a
partir de lo que comen, cómo y dónde lo hacen, en un recorrido sobre la cocina
azucarada, la sexualidad y el amor; su efecto balsámico y la socialización de hombres
y mujeres de diferentes condiciones sociales y raciales.
Es común que en la relación literatura-cocina se acuda a la descripción de recuerdos,
sabores, sensaciones y pasiones que genera el alimento; se presenta el
plato en la mesa sin hacerle saber al/a la lector/a qué sucede dentro de la cocina. Y
esto no está mal, solo que esta manera de analizar el binomio cocina (gastronomía)-
literatura nos conduce a una especie de esencialismo entre el ser y el comer, que
petrifica y museifica la gastronomía en un cúmulo de recetas y la condena al placer
como única arista posible.
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